El interregno que estamos viviendo en espera de la calificación presidencial por parte del Tribunal Electoral es una parte del tiempo histórico que los mexicanos habremos de tener presente para determinar el tamaño de la erosión de la democracia, ya que habremos de ser testigos si la autoridad electoral decide convalidar las violaciones cometidas durante el proceso electoral, que culminó el pasado 2 de junio, o si nos quiere sorprender y se decide a marcar los delitos electorales para la coalición triunfadora (sin cambiar el resultado final), lo que redundaría en una falta de legitimidad del susodicho triunfo, no es algo menor en ambos escenarios, sin duda; sin embargo, el optimismo no es un estado de ánimo que comulga en los tiempos que corren, ni importa que el tribunal esté incompleto por culpa, justo, de Morena y su líder real. La decencia y el apego a la ley no pueden hoy competir con el cinismo, el autoritarismo y la delincuencia, la calificación se dará sin sorpresas y el populismo autoritario continuará.
Pero también seguimos atentos a la interpretación que se habrá de hacer de la Constitución en materia de reparto de las diputaciones plurinominales porque como se ve hasta ahora el comportamiento del consejo general del INE, se estaría otorgando la mayoría calificada a Morena y sus acólitos, a través de la sobrerrepresentación, y con ello, las previsibles modificaciones a la Constitución, en las que ahora están en primerísimo lugar la llamada reforma al Poder Judicial y las propuestas del pasado 5 de febrero que hizo López Obrador, un golpe demoledor a la democracia y en los hechos, la terminación de la separación de poderes del Estado mexicano. El otorgamiento de la sobrerrepresentación a la coalición gobernante será uno de los últimos clavos al ataúd de la democracia.
Pero mientras esto sucede, los criminales no pierden tiempo y hacen sus movimientos a base de violencia para ubicarse en el cambio de gobierno de los estados donde habrá cambio de gobernadores y presidentes municipales, y sin duda, atentos a los nombramientos del próximo gabinete. Estructuralmente no se vislumbran cambios porque la Sedena y Marina continúan con sus espacios territoriales y sus “acuerdos”, y si no hay modificaciones de fondo y pleno y abierto apoyo presidencial al nuevo titular de la Secretaría de Seguridad, los ciudadanos seguiremos viviendo el infierno de la violencia e inseguridad porque esa secretaría no tiene ni atribuciones reales ni dinero ni personal para enfrentar realmente a la delincuencia y garantizar a la sociedad un cambio de paradigma a lo que hoy se ha padecido, del “abrazos y no balazos”. El obradorato dejará como herencia cerca de 200 mil asesinatos (ahora son ya 193 mil) y miles de desaparecidos, así como incontables familias desplazadas de su lugar de origen por esta gravísima situación. El dolor de las víctimas y las repercusiones en la salud mental de todas ellas ni siquiera están en la agenda gubernamental.
Los últimos dos meses, la economía sigue mostrando los signos del estancamiento reflejado en la caída de los empleos formales; la incertidumbre sobre las reformas legales y las modificaciones en el Poder Judicial son una parte de la razón de la caída en la inversión; sin embargo, la asechanza del triunfo de Trump como espada de Damocles se cierne sobre la economía nacional, como ya lo anunció en el discurso de aceptación de la candidatura presidencial en la convención del Partido Republicano y en el inicio formal de la campaña en Michigan este fin de semana, sobre los aranceles que impondrá a las importaciones de mercancías, así como sobre las deportaciones “más grandes de la historia de trabajadores migrantes”, son factores que debemos tener presente y sus repercusiones para la economía mexicana, pero, además, las finanzas públicas crujen y crujen a punto de doblarse; el enorme monto de la deuda que está dejando este gobierno para financiar sus programas y obras prioritarias de López Obrador (cerca del 50 por ciento como proporción del PIB), mientras que los ingresos no aumentaban por más que se desaparecieron dependencias, fideicomisos, programas; se comió el fondo de estabilización económica, implantó una austeridad draconiana, el SAT se aplicó en el cobro de los impuestos, pero las finanzas están muy mal.
Así que ante los múltiples casos de corrupción, la ineficiencia gubernamental, y los intereses por pagos de la deuda, el dinero no alcanza, por ello se recurrió de manera constante a la deuda, abultándola año con año y además con un saldo sexenal más que mediocre, en promedio del 0.8% de crecimiento económico, es otra de las herencias del obradorato. Las crisis de la educación y en el sector salud son otras de las herencias malditas que el hombre de Macuspana deja a la nación.
Pero mientras todo esto está pasando, los “líderes” de los partidos de la oposición, mantienen una guerra a muerte…. pero con sus compañeros, para seguir manteniendo las franquicias de esos cascarones, para seguir ostentando el fuero, porque como bien se sabe, han encontrado en el control de esos partidos la fuente de su impunidad y un método para su corrupción, sin importarles, por supuesto, los graves problemas que aquejan al país y a los mexicanos. Más aún, quienes cuestionan a los líderes que se niegan a abandonar la dirección de esos partidos no plantean tampoco un programa de reforma o de refundación de dichos partidos, no esbozan un programa alternativo y viable al obradorato, no dan señales de que posean una ideología y una narrativa para ofertar a la ciudadanía, tampoco hacen ni han hecho una autocrítica de su paso por el poder o de cuando ellos fueron líderes de la partidocracia, por lo visto solo anhelan el control de esos viejos partidos para sus intereses; así es que tal parece que el resumen de esta guerra intestina en la partidocracia es “quítate para ponerme yo”, así es que frente a esta crisis de representatividad de la clase política tradicional y corrupta, la urgencia de mantener la oposición desde la sociedad, frente al populismo autocrático con un movimiento político y apoyar la construcción de una nueva alternativa partidaria es la vía que se vislumbra en el corto plazo para los ciudadanos, no es mucho, pero es lo que hay, así de grave, pero así de real es la crisis democrática en nuestro país.