Habíamos comentado hace algunas semanas que conforme se acercase el fin del sexenio, los conflictos abiertos por López Obrador empezarían a cobrarle factura. En eso estamos.
Hace diez días, el reporte del Congreso de Estados Unidos acerca de la situación de los derechos humanos, en su apartado referido a México, fue bastante duro: ejecuciones, desapariciones, pero también el ataque constante a medios y periodistas desde la tribuna pública. Como de costumbre, el habitante de Palacio simplemente decidió criticar a Estados Unidos y hacer caso omiso de los reproches. Pero la información acerca de un feminicida serial en Ciudad de México, ignorada por la fiscalía local, y ahora la evidencia de un posible crematorio clandestino en los límites de Iztapalapa y Tláhuac, a la luz del reporte mencionado y el fuerte incremento en desapariciones, derrumba cualquier narrativa de seguridad por parte del gobierno.
En esta semana, la Comisión Independiente de Investigación sobre la Pandemia, encabezada por Javier Sepúlveda, destacado epidemiólogo mexicano, concluyó que 40% de las muertes por covid se debió a un mal manejo de la pandemia por parte del gobierno. Al criminal Hugo López-Gatell, que fue siempre respaldado por López Obrador. De esas 320 mil muertes que no debieron ocurrir, casi 5 mil corresponden a médicos, enfermeras y personal de salud, el número más elevado en el mundo. No debe olvidarse que el gobierno le negó al personal de salud del sector privado el derecho a vacunarse. Ahora que les encanta hablar de genocidio, éste es un caso en el que un grupo específico de la población es seleccionado para tener un riesgo de muerte mayor al resto.
También en la semana apareció el libro de Anabel Hernández, La historia secreta, que compila investigaciones originadas en dichos de criminales confesos, que negocian prebendas a cambio de información. Es lo que se utilizó en contra de Genaro García Luna (y que ella documentó hace años), pero que ahora puede utilizarse, de la misma forma, en contra de López Obrador y su familia. En contra incluso de la candidata Sheinbaum. Como lo comentamos en su momento, estos dichos no deberían considerarse pruebas, pero si se aceptan en un caso, deben aceptarse en todos. Por otra parte, en el contexto de la buena relación de López Obrador con la familia Guzmán Loera, y del creciente control territorial del crimen organizado, suenan verosímiles las acusaciones.
Esta información puede tardar en llegar a las mayorías, que no son afectas a leer mucho ni a enterarse con detalle, pero todo indica que la percepción que tenían de López Obrador, y por extensión, de su movimiento, está cambiando. La evidencia anecdótica, y de las pocas encuestas que hay, apunta a una derrota en las principales entidades del país: Ciudad de México, Estado de México, Jalisco, Nuevo León, Veracruz, Puebla, Guanajuato, que representan la mitad de la población (y de los votantes). Dentro de esa evidencia anecdótica, no debe menospreciarse a grupos corporativos que eran del PRI hasta hace poco, transitaron a Morena, y hoy parecen regresar, desencantados, a la oposición.
Aunque el tema económico no es de gran peso en este momento, la desaceleración que sufrimos desde fines del año pasado puede estarse sumando. A pesar de que se repartió dinero como nunca antes, no se ve un incremento en el consumo, por el contrario. Los aumentos salariales, indudables, no están pudiendo competir con el alza de precios de alimentos, salud y educación, los gastos más relevantes de buena parte de la población. Un crecimiento anual promedio de 0.6%, después de seis años, ya pesa.
Todos los fracasos, sin embargo, brotan cuando el poder empieza a eclipsarse. Parafraseando al sabio: el buitre se acerca en el crepúsculo, y ahí estamos.